Mensaje de la fiesta patronal (2023)
Mi alma canta, se alegra, agradece, se consuela en la grandeza del Señor que ha mirado la pequeñez de su servidora y la ha elegido por la gracia y el amor de Dios. Por eso María agradece al Señor, canta alaba a su Dios que la ha favorecido entre todas las mujeres de la historia.
La gratitud de la Virgen se hace canto espiritual en el Magníficat, himno de alabanza a Dios que Lucas pone en labios de María de Nazaret; es un canto pascual en el que agradece a Dios porque sabe enaltecer a los humildes, socorre a los pobres y deja vacíos a los satisfechos.
Se cumple este año el 160° aniversario de la llegada de nuestra histórica imagen de Nuestra Señora de la Paz a nuestra patria en tiempos de luchas internas, odios y divisiones entre los argentinos. Esta imagen que fue tallada por artesanos en España fue encargada y donada por doña Juana Zorrilla de Grigera y estuvo provisoriamente dos años en el Templo de san Miguel Arcángel de la ciudad de Buenos Aires, hasta que fue luego entronizada en este templo de Lomas, futura catedral.
Quisiéramos que este año fuera un tiempo jubilar caminando juntos en esta propuesta del Papa como Iglesia abierta y misionera desde este “Sínodo de la sinodalidad” pidiendo la Gracia de que nos haga más sinodales.
Tiempo jubilar marcado especialmente por esta presencia protectora de María, que, desde su llegada al país trae la misión de ser la Madre pacificadora, la que une y protege bajo su manto a todos los hijos e hijas de este suelo que, especialmente en los momentos significativos de dificultad y división, han confiado en ella y pedido su intercesión por la paz.
Providencialmente, este año, también estamos transitando los cuarenta años de continua democracia sobre la que insistimos, debe ser siempre cuidada, perfeccionándola desde el diálogo, el compromiso y la participación de todo el pueblo.
La presencia de María se manifiesta asociada al gran misionero, como queriendo significar que uno de los rasgos fundamentales de su figura materna es el de la misión. Esta imagen y esta advocación de Nuestra Señora de la paz tiene entonces en este año, una particular relevancia en la vida de nuestro pueblo. Nuevamente será ‘la anunciadora’ de la paz, ella será la buena noticia que nos anime a ser mensajeros del Evangelio, comprometidos en ser artesanos del encuentro y constructores de la paz.
Desde este doble aniversario proponemos realizar durante este año, una MISION EN TODA NUESTRA DIÓCESIS, con la IMAGEN de nuestra patrona.
Necesitamos que nuestra Madre y Reina de la Paz interceda ante su Hijo por tantas necesidades que hoy tenemos como sociedad, como familia, como Nación. En su fiesta venimos a pedírselo:
Madre caminante, como tú, llénanos de ternura hacia los necesitados de paz, no sólo de tranquilidad, sino de la paz de la convivencia, de la paz que nos hace responsables de todo padecimiento y ofuscamiento de la justicia, justicia demasiado largamente esperada. Y haz que nos preocupemos por la cercanía y el encuentro para presentar a Jesucristo, como hiciste tú con los pastores, con los magos de oriente y con otros mil anónimos personajes que esperaban la redención.
Mujer misionera, concede a tu Iglesia diocesana la alegría de descubrir la vocación de llevar la Palabra de Dios con criterios de humanidad, cercanía, respeto por el que no piensa igual, haciéndonos prójimo en situaciones de desamparo, de derrota, de dolor, de postración, de violencia y de muerte.
Santa María, Madre y Reina de la paz, que nos revistamos de la sencillez de tu mirada de bondad. Que como tú, mujer peregrina, seamos una Iglesia misionera, que sepamos partir el pan de la fe y la esperanza a todo hermano; especialmente, a los que se sienten más lejos.
Auxílianos en nuestro deseo misionero, restaura nuestro cansancio, protégenos de todo peligro, especialmente de la indiferencia, el individualismo, el protagonismo, la comodidad y la vanidad de mirarnos a nosotros mismos.
Madre y Reina de la Paz, te pedimos por nuestras familias, para que el diálogo, el amor crucificado, la costosa convivencia y la ternura doméstica las hagan lugar privilegiado del crecimiento cristiano y civil.
Te lo pedimos para nuestra comunidad, que lejos de las discriminaciones, del egoísmo y del aislamiento, podamos estar siempre del lado de la vida, en el punto donde nace, crece y muere.
Te lo pedimos para nuestro conurbano ensombrecido por la violencia, la impunidad del narcotráfico, la trata de personas, la falta de trabajo formal, el azote casi diario de muertes de jóvenes en la calle.
Te lo pedimos para nuestra Provincia, que los intereses de sector y las deshonestas contiendas partidistas no la lleven de tierra de conquista, a tierra de nadie.
Te lo pedimos para nuestra Patria y para el mundo entero, a fin de que la solidaridad entre los pueblos deje de vivirse como un compromiso moral más y se reconozca como el único imperativo ético, donde la paz fruto de la justicia, la igualdad, la equidad, se convierta en meta de nuestros compromisos cotidianos solidarios y fraternos.
Te lo pedimos por Cristo, con Él y en Él, pastor de las almas y arriero de corazones, enviado del Padre nacido de mujer. Amén
Mons. Jorge Lugones SJ
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora