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Mensajes de Pascua (2009-2018)



 

 

Mensaje de Pascua (2018)

“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado.
Ha resucitado…” (Mc. 16,1-8)

 

A la salida del sol van al sepulcro, las mujeres.

El sol que se apagó el Viernes Santo a eso de las tres de la tarde, cuando todo quedó en tinieblas, hoy domingo surge con la nueva vida, con nuevo resplandor: “que ya no necesita ni de sol ni de luna, porque la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero[1].

María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé compraron aromas para embalsamar el cuerpo[2].Al principio dudan, como hoy también muchos dudan, no porque nos falten los testimonios sino porque es tan grande y deslumbradora esta noticia que parece increíble. ¿Cómo creer que los escándalos y el sufrimiento de la humanidad terminan en una resurrección?

¿Cómo creer en la verdad, el bien, la justicia, ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la inequidad social? Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos pero, con la esperanza de un futuro mejor, pero que no nos centre solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.

El Papa Francisco  dice: Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres, es la falta de atención espiritual [3]. La misión es una pasión por Jesús y una pasión por su pueblo [4].

Que esta pasión nos lleve a las periferias existenciales que hoy reclaman la vigencia de la Buena Nueva del Evangelio.

Las palabras del “anuncio” por parte del joven en San Marcos nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producir cierto “temor asombroso”, como les pasó a las mujeres -primeras testigos de la Buena Noticia- cuando llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.

“Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena  Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.

“No se asusten ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquí”, porque donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos”[5]. Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, entregándose en la Eucaristía, quiere compartir el gozo de la Resurrección y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.

¡No te asustes comunidad diocesana! ante la tarea grande de la Misión Permanente: anímate a echar la REDd[6], pues tenemos que anunciar a muchos el gozo y la esperanza que trae el Resucitado.             

¡No te asustes pastoral carcelaria! Cuando el autoritarismo de algunos nos despojan de la cercanía de los detenidos, en la propia unidad donde están los que penan… sigamos insistiendo, no nos acobardemos, no dejemos de llegar con el alivio del anuncio, con el pan de la palabra y también con el que alimenta su cuerpo.

¡No te asustes cuando te toque ser Cireneo de tus hermanos! para aliviar el peso de la carga del más débil, ante esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo, en el hospital, frente a los poderosos del sistema que no quieren ver la desigualdad de oportunidades,  la violencia inhumana o la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jóvenes…

¡No te asustes! preguntándote quién nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”[7]. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado, es nuestra esperanza y nuestra alegría completa.

¡No te asustes joven! ante el camino en común que la Iglesia nos propone este año con el Sínodo de los jóvenes, porque un joven radiante iluminado por la luz del Cordero, memoria esperanzadora de la comunidad, en este Evangelio[8] es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: “No se asusten, miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho”[9].

“¡No se asusten! La Sinodalidad: caminar juntos es posible si todos aportamos, si nos comprometemos. ¡Caminemos con alegría este tiempo de gozo!

Aquel joven que, en el relato de la Pasión de san Marcos, lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás, abandonando a Jesús huyeron[10], ahora aparecevestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar “el Sol que viene de lo alto”, la Buena Noticia a los hermanos: ¡Cristo ha resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta!

María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia.

LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS: ¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!

 + Mons.  Jorge R. Lugones SJ
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

[1]Ap.21,23

[2]Mc.16,1

[3]EG 200

[4]Ibid 268.

[5]Mt. 18,20

[6]Reflexión Evangélica Domiciliaria diocesana

[7]Mc 16,4

[8]Mc. 16,5

[9]Mc. 16,7

[10]Mc. 14,50-51

 


 

Mensaje de Pascua (2017)

“Con mi Pascua, vos podés tener Vida nueva”
Yo vine para que tengan Vida y Vida en abundancia  (Jn 10,10)

 

Con este lema el Deplai (Departamento para laicos de la diócesis de Lomas) anunciaba la proximidad de las próximas fiestas de Pascua de Resurrección.

Nos parece fundamental la importancia que tiene la Pastoral de los Derechos Humanos, especialmente con el compromiso de los laicos, pues el tema de la vida en estos momentos de zozobra que estamos atravesando como sociedad, es fundamental para llamarnos a la reflexión en comunidad.

Podríamos preguntarnos cómo cuidamos la propia vida: salud, familia, trabajo… y cómo cuidamos la vida de los otros: vecinos, desocupados, indigentes, vulnerados, solos, etc.

Esto nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de crecer como personas relacionales, es decir, en relación con los demás, especialmente con aquellos que no pueden ejercer sus derechos porque sistemáticamente viven sometidos por su situación cultural, social, económica, religiosa, política…

Aquí nos planteamos la propuesta del lema en profundidad: ¿cómo ayudar a otros con la posibilidad de una vida nueva ante la carencia social de la anticultura del descarte y de un individualismo acumulativo que apunta a una indiferencia inhumana, ante la inequidad que parece irremediable y cada vez más acuciante? ¿Cómo creer en losderechos humanos básicos que hacen a la dignidad de la persona humana, libertad, igualdad, verdad, el bien común, la justicia, ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la dolorosa y vergonzante brecha social?

Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos con la esperanza de un futuro mejor en esta etapa de la historia; si bien la ayuda se nos exige ahora, sabemos que nuestra esperanza no se funda solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto, desde nuestro compromiso personal y comunitario, mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.

Con mi Pascua, diría el mismo Jesús, “mi Pascua, mi Reino”, no puede ser otro que de paz y de justicia, de verdad y vida, de amor y comprensión. Porque nos ha dicho: “Yo vine para que tengan Vida y Vida en abundancia” [1].

Parece hoy algo utópico este lenguaje de esperanza, pero los cristianos sabemos que no hay otro camino que el de la cruz y su Pascua. Lo que también sabemos es que en el camino de la cruz nos tenemos que convertir en cireneos [2] de nuestros hermanos que nos necesitan, ellos nos abrirán la puerta de la casa del Padre.

No podemos dejar de velar por el derecho que tiene todo ser humano a vivir en apertura y comunión con el absoluto para transformar la sociedad en la que vive, creando estructuras donde la vida de las personas sea respetada y valorada en su auténtica dimensión. Como el Señor Jesús, que ante estructuras de muerte hace presente la vida plena, los discípulos hemos de estar empeñados en la promoción de la dignidad humana y de relaciones sociales fundadas en la justicia [3].

Si queremos la paz debemos respetar la vida. Que esta Pascua que nos trae el Resucitado-crucificado nos afiance en la creatividad, el compromiso y la responsabilidad de comprometernos con una Pastoral de los Derechos humanos para reconocer en hechos y palabras el valor de la vida humana en todas sus dimensiones.

¡Muy felices Pascuas de Resurrección para todos!

+ Mons. Jorge Rubén Lugones s.j.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

[1]Jn 10,10.

[2]Simón de Cirene (el africano de Libia) ayudó a llevar la cruz a Jesús en el “vía crucis”.

[3]Documento de Aparecida Nº 112.

 


 

Mensaje de Pascua (2016)

Caminando hacia la Pascua
(Lc. 24, 13-35)

 

Querida Comunidad Diocesana:

En el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el Papa Francisco nos recuerda que: “Jesucristo es el rostro visible de la Misericordia del Padre”. Nos invita a hacernos peregrinos visitando los santuarios y las parroquias propuestas para recibir la gracia del perdón.

Como peregrinos de la vida hoy recibimos el gozo del anuncio del Señor de la Vida: “Es verdad el Señor ha resucitado[1]…”

Peregrino fue el pueblo elegido porque nunca tuvo la oportunidad de detenerse en su marcha. Iba por etapas en el desierto y hubo muchas en su camino. Una y otra vez pensó que al conseguir su meta tendría solucionado sus problemas, y una y otra vez debió darse cuenta que el camino lo llevaba más allá.

Peregrinos son Cleofás y su compañero, ellos vuelven desolados de Jerusalén, después de la muerte de Jesús[2].

En la contemplación de la escena evangélica de los discípulos de Emaús, se nos presenta el camino. Nosotros hemos recorrido el camino de la Cuaresma, que nos abre al encuentro de la luz pascual. Pero como dice un poeta amigo: “Que el mucho camino empaña el horizonte”.

Iban conversando y discutían por el camino… su gesto es de preocupación y decepción. Nosotros pensábamos pero… nosotros creíamos pero… es la realidad del que camina sin ilusiones, del que está de vuelta de todo, porque no hay otros horizontes donde apuntalar la esperanza.

Nos puede pasar como a los de Emaús sentirnos desesperanzados ante tanta impunidad, violencia familiar, inseguridad, trata de personas y sufrimiento de los que están fuera del “sistema” sea: laboral, sanitario, educativo, cultural y religioso. Francisco nos invita a transformar el corazón, más que decir, hacer: … Dios pedirá cuentas al hombre de lo que habrá hecho a hambrientos, sedientes, encarcelados, extranjeros. Esta es la vida cristiana. En cambio, el sólo decir nos lleva a la vanidad, a aquel hacer de cuenta que somos cristianos. Pero no, no se es cristianos así. Que el Señor nos dé esta sabiduría de entender bien dónde está la diferencia entre el decir y el hacer, nos enseñe el camino del hacer y nos ayude a ir por aquel camino”[3].

Pienso en los adictos que en nuestra zona sur no tienen donde internarse ante una crisis, y en el desatino de abrir una sala de juego en una zona tan deprimida como “Puente La Noria”, donde transitan niños y adolescentes a tomar el colectivo para ir a la escuela. Nos hemos pronunciado sobre la adicción al juego: es un crimen contra los más pobres, contra el debilitado por este vicio, que trae aparejado la desunión y en algunos casos la destrucción familiar y la delincuencia.

Pienso en la falta de solidaridad por “la casa común”: ante los basurales a cielo abierto, la contaminación de nuestra cuenca Matanza-riachuelo, la falta de monitoreo en sus obras, donde se ha invertido mucho dinero del erario público, la contaminación de nuestros niños con plomo en sangre, que habitan terrenos rellenados con tierra contaminada. Nos recuerda Francisco: “Nunca maltratamos y herimos nuestra Casa Común como en los dos últimos siglos... Esas situaciones provocan los gemidos de la hermana Tierra, que se unen a los gemidos de los abandonados del mundo, con un clamor que reclama de nosotros otro rumbo”[4] .

Ante este nublado desencanto, elcaminar hacia la Pascua nos tiene que despertar, porque la paciencia del Señor despeja el horizonte, porque el andar en la Cuaresma con buenas intenciones y tal vez con pocas obras de misericordia, nos empañan la luminosidad gratuita y esperanzadora de la Pascua, porque andamos atrapados por la ansiedad y el apuro, pasamos sin ver, oímos sin escuchar, miramos sin contemplar al Cristo hermano en el Camino. Solo el Señor nos descubre su rostro, donde el horizonte se recorta con la figura de Dios con nosotros. Donde el caminante se nos hace él mismo camino. Un camino que nos invita a recobrar el fervor y la esperanza: No ardía nuestro corazón por el camino cuando nos explicaba las escrituras[5].

“Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día se acaba[6]

Esta fue la invitación apremiante que la tarde misma del día de la resurrección, los dos discípulos que se dirigían a Emaús hicieron al caminante desconocido… la luz de la Palabra ablandaba la dureza de su corazón y se les abrieron los ojos. Entre la penumbra del crepúsculo y el ánimo sombrío que los embargaba, aquel Caminante era un rayo de luz que despertaba la esperanza y abría su espíritu al deseo de la plena luz[7].

En el año del Bicentenario de la Independencia de la Patria, celebraremos el Congreso Eucarístico en Tucumán.

La Eucaristía nos hace solidarios, al suplicar: “Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos”, y Él se dona a sí mismo por nosotros, esto nos permite dar de nuestro poco, que para otros es mucho, por eso volvemos a Él agradecidos, pero poniendo en el horizonte amplio de la Pascua a los amigos de Él y también nuestros, los más pobres, débiles y sufrientes que nos ayudan a mirar con otros ojos este horizonte resucitado y resucitador.

La gratitud nos ubica en el horizonte del Dios de la Vida, porque de Él lo hemos recibido todo, es el Mediador, con mayúscula; pero, nos permite ser mediadores a nosotros, para compartir su Bondad, para hacernos agraciados, para imitarlo en el dar…

La comunión es el banquete pascual, fiesta de familia, que implica el reconocernos con los otros, genera el encuentro, invita a la reflexión y provoca la fiesta de la comunidad. Por tanto, esta “espiritualidad de la comunión” que el Espíritu está soplando sobre nuestra Iglesia, no es alienante, ni intimista, ni privativa de “algunos elegidos“, sino que es respuesta a la Palabra viva de Dios; ella aporta como método privilegiado de la comunión y de la paz: el diálogo. Un diálogo abierto a todos, que procede por acercamientos progresivos, aceptando el límite y la gradualidad, en la paciencia de la esperanza, que tiene como nota, la espera confiada en el Señor, que inspira horizontes siempre más justos de unidad.

La adoración es auténtica cuando se va haciendo entrega de uno mismo al Señor, de lo que somos y tenemos. Sólo entonces nos acerca a su paz, pues la entrega total al Señor, y la de cada día, nos recrea en el amor.

La Eucaristía es la “gran escuela para la paz”, porque la Eucaristía es encuentro, que propone momentos de silencio, escucha atenta y adoración. Les decía recientemente a los “jóvenes de la Ribera” reunidos el sábado víspera del Domingo de Ramos que: el “Buen Samaritano”, Jesucristo, Él se compadeció de nosotros y nos ha curado, vendado, levantado del camino, nos ha cargado y pagado por nosotros y nos sigue acompañando en el camino de la vida.

Que la Virgen de la Paz peregrina del amor nos lleve a su Hijo: Camino, Verdad y Vida; María, mujer eucarística, nos ayude como Iglesia Diocesana a reconocer en la Eucaristía la fuerza renovadora del anuncio, como fuente y origen de la Vida Verdadera.

LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS: ¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!

Con mi bendición

Mons. Jorge Rubén Lugones S.J.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

[1]Lc. 24,34

[2]Ibid

[3]Francisco, 23-02-16

[4]LS Nº 53

[5]Lc. 24,32

[6]Lc. 24,29

[7]M.N.D. Nº 1

 


 

Mensaje de Pascua (2015)

“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado.
Ha resucitado…” (Mc. 16,1-8)

 

Queridos hermanas y hermanos que peregrinan en nuestra Diócesis de Lomas:

Los Evangelios relatan los hechos que sucedieron después de la muerte de Jesús en la cruz y nombran a los testigos que lo vieron resucitado.

María Magdalena, María madre de Santiago y Salomé compraron aromas para embalsamar el cuerpo (Mc. 16, 1). Al principio dudan como hoy también muchos dudan, no porque nos falten los testimonios sino porque es tan grande y deslumbradora esta noticia que parece increíble. ¿Cómo creer que los escándalos y el sufrimiento de la humanidad terminan en una resurrección?

¿Cómo creer en la verdad, el bien, la justicia ante el escándalo de la pobreza, la miseria y la inequidad social? Sufrimos con los sufridos, como acompañamos a Jesús en la pasión, los acompañamos también a ellos pero, con la esperanza de un futuro mejor, que no nos centre solo en lo inmediato, porque sabemos que se realizará con plenitud recién al final de los tiempos. Mientras tanto mostremos la alegría y el consuelo de la Pascua, animando y consolando a los que más lo necesitan.

El Papa Francisco  dice: Quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres, es la falta de atención espiritual (EG 200). La misión es una pasión por Jesús y una pasión por su pueblo (EG 268). Que esta pasión nos lleve a las periferias existenciales que hoy reclaman la vigencia de la Buena Nueva del Evangelio.

Las palabras del “anuncio” por parte del joven en San Marcos (16, 5) nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producir cierto “temor asombroso” (Mc. 16, 8) como les pasó a las mujeres -primeras testigos de la Buena Noticia- cuando llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.

“Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena  Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.

“No se asusten ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquíporque donde “dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos…” (Mt. 18,20). Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, entregándose en la Eucaristía, quiere compartir el gozo de la Resurrección, y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.

¡No te asustes comunidad diocesana!ante tanta desolación y desconfianza, pues el gozo de la Resurrección está entre nosotros.

¡No te asustes cuando te toque ser Cireneo de tus hermanos!, para aliviar el peso de la carga del más débil, ante esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo, en el hospital, frente a los poderosos del sistema que no quieren ver: la desigualdad de oportunidades,  la violencia inhumana o la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jóvenes…

¡No te asustes pastoral carcelaria! Cuando el autoritarismo de algunos nos despojan de los lugares de culto, en la propia unidad donde están los que penan… aunque sea en los pasillos o en los patios, no dejemos de llegar con el alivio del anuncio, con el pan de la palabra y también con el que alimenta su cuerpo.

¡No te asustes! preguntándote quién nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado, es nuestra esperanza.

¡No te asustes joven! ante la misión desconcertante de esta prioridad diocesana: salir al encuentro de los adolescentes y jóvenes que no están en nuestras comunidades, porque un joven, memoria esperanzadora de la comunidad, en este Evangelio (Mc. 16,5) es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: “No se asusten, miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho” (Mc. 16,7).

Muchos jóvenes parecen haber perdido el fundamento, no querer ver más allá de…, por haber perdido el sentido de trascendencia: esto implica nuestra relación de creaturas hacia Dios; por haber disuelto el sentido de historia, se vive sólo el hoy, entra en crisis el sentido de pertenencia, en esta cultura de lo inmediato, de: “lo quiero “YA”, se debilita el sentido de la esperanza. Al joven de hoy le encanta lo masivo y lo frenético, en lo cual no es protagonista sino simple espectador. Y sin embargo el Señor les sigue diciendo: “¡No se asusten!”.

Únicamente el evangelio de San Marcos menciona en el relato de la Pasión del Señor, al joven que lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás abandonando a Jesús huyeron (Mc. 14,50-51). El evangelista lo pone en escena nuevamente en el relato de la resurrección. Aquel huye desnudo a la oscuridad de la noche, despojado de todo lo que constituía su “aparente riqueza”, su apego a lo mundano, y ahora aparecevestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar la Buena Noticia a los hermanos.

¡Cristo ha Resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta!

María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestra indiferencia.

LES DESEO A TODAS LAS COMUNIDADES Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD DE NUESTRA DIÓCESIS: ¡MUY FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!

Mons. Jorge Lugones S.J.
Abril del 2015

 


 

Mensaje de Pascua (2014)

 

Queridos hermanos y hermanas que peregrinan en esta Diócesis y habitan en los Municipios de Lomas de Zamora, Alte. Brown, Esteban Echeverría, Ezeiza, Pte. Perón y San Vicente:

El anuncio pascual de Mateo (28,1-10) comienza: Al amanecer, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.

Como las discípulas ante la ausencia de Jesús en el sepulcro, estamos entre las sombras y la luz.Las sombras de nuestro inseguro y desprotegido conurbano y la luz de la Pascua que nos trae el Resucitado, quien nunca nos olvida, quien está junto a nuestras angustias y pesares, en medio de la desidia y la postración que los hombres permitimos, pero que Él juzgará a su tiempo.

El Evangelio nos presenta a las mujeres que toman la iniciativa del encuentro, no se resignan a la memoria de muerte, intuyen que con el amanecer pueden recuperar la memoria de vida, con el signo trascendente de los perfumes, quieren honrar la vida, aunque sea en el sepulcro.

Muchas madres hoy desafían el flagelo de la droga y la delincuencia organizándose, implicándose, tratando de aportar, de juntarse para no seguir viendo a sus hijos consumidos por la droga o deformados por la cárcel. Cuántas mujeres hoy honran la vida ante situaciones de muerte, que se tornan de un color gris opaco cotidiano, que oscurecen todo horizonte de esperanza, donde conviven con los que miran para el costado, para no ver la realidad y los que la ven y se aprovechan de la indolencia, de los que pudiendo hacer algo no lo hacen… ellas no abandonan la subida al calvario ante sus hijas madres adolescentes, ante la inmadurez de sus hijos que tienen edad para procrear, pero no para hacerse cargo…, ante la desigualdad de oportunidades, que las obliga a resignarse a perder en la plenitud de la vida a sus hijos; retienen con ellas la memoria de vida.

De pronto se produjo un gran terremoto porque el ángel del Señor bajó del cielo

Se produce un terremoto, la tierra se sacude, a veces para dejar ante nuestros ojos la verdadera y dura realidad: del drama de una sociedad que se ha olvidado los valores, a la tragedia de la violencia y la inseguridad. Debemos temblar ante el terremoto de la violencia familiar hasta la justicia por mano propia.

Un tembladeral injusto que divide. Es ante esta fragmentación donde percibimos “diversos mundos de vida”, donde la solidaridad social es una utopía de unos pocos, destinada a iguales, en esta comunidad consumista y hedonista. Pareciera que no nos urgen estos desafíos como sociedad. Ante este drama y esta tragedia nadie puede sentirse ajeno.

Dice el Evangelio que: “La tierra tiembla”, como la mujer que va a dar a luz, y devuelve a la vida al Hijo primogénito de una multitud de hermanos; y en lugar de una piedra que sella la sombra de muerte, aparece el resplandor fulgurante de un ser celestial que invita, a recrear la memoria de vida, a entrar a la tumba vacía diciendo: Sé que buscan a Jesús, el crucificado, no está aquí: ha resucitado como lo había dicho.

Alentamos en nuestra diócesis a todos los que honran la vida, de un modo especial a los que trabajan y acompañan a los enfermos, a las madres embarazadas, a los carcelados, a nuestros chicos con capacidades diferentes, a nuestros ancianos, llevando una caricia y una palabra que se hace resplandor de alivio y memoria de vida digna, ante el desamparo, la soledad y el dolor.

Ellas corrieron a toda prisa, con temor y gran alegría a llevar la noticia…

Se alejan del sepulcro, memoria de muerte, obedeciendo a la Palabrade Dios, memoria de vida. En lugar de miedo llevan temor, el miedo nos asemeja a la rigidez de la muerte, el temor de Dios -principio de sabiduría- comunica alegría y nos ayuda a darle a Dios lo que es de Dios.

Qué importante es para nosotros el desafío de la prioridad diocesana: comprometernos, salir al encuentro y acompañar a nuestros adolescentes y jóvenes, de un modo particular, a aquellos que no están en nuestras comunidades. Muchos de ellos no valoran la vida, se les ha hecho demasiada pesada la vida, pareciera que ya han andado largamente por la vida, a pesar de su corta edad, encerrados en una memoria de muerte. Nos desafía como creyentes, como testigos del resucitado, que deseamos anunciarlo a los hermanos, desde ésta dura y variada realidad de nuestra diócesis. Debemos reconocer que se está misionando en estas periferias, pero a cuántos nos falta llegar aún. Que podamos con ellos hacer “memoria de vida”.

De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: alégrense, ellas lo tomaron de los pies y lo adoraron… Jesús las envía: No tengan miedo, vayan a anunciar a mis hermanos…

Las envía a los otros. Y las mujeres que habían aguantado al pie de la cruz, no se resisten a perder del todo al Maestro, las discípulas atraídas por el amor, constatan que: el Señor ha resucitado, entonces la memoria de muerte se convierte en “memoria de vida”, de discípulas se convierten ahora en misioneras, con una tarea concreta y un anuncio de esperanza: el amor siempre vence.

La experiencia de resucitados nos anima a promover un auténtico deseo de trabajar: Juntos hacia una Iglesia abierta, solidaria y misionera que celebra la vida; este compromiso, muchas veces es un camino cuesta arriba, que tiene cruz, calvario; pero también tiene paso hacia la Pascua, es decir, hacia la vida, tiene camino de resurrección y al final sigue estando el Señor Resucitado: fuente de nuestra alegría. ¡No temamos pedir ser discípulos misioneros de Cristo y su Iglesia!

¡Muy felices Pascuas de Resurrección!
Con mi bendición

Mons. Jorge  Rubén  Lugones  S.J.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

 


 

Mensaje de Pascua (2013)

 

Queridos hermanos y hermanas que peregrinan en esta Diócesis y habitan en los municipios de Lomas de Zamora, Alte. Brown, E. Echeverría, Ezeiza, Pte. Perón y San Vicente:

Ante la multitudinaria movilización y expresión de piedad manifestada por el pueblo de Dios en el “Domingo de Ramos” de la semana pasada, en todos los lugares de nuestra diócesis. No podemos  dejar de reflexionar sobre la fuerza movilizadora de la Fe de un pueblo, que confía profundamente en el Señor Jesús muerto y Resucitado.

El pueblo de Dios reconoce a Jesús como salvador y lo proclama en cada Eucaristía como el “Hosanna”: Sálvanos, el ruego de todo un pueblo que confía en el Amor de su Señor, que pasó haciendo el bien, desde su cercanía a los pecadores, a los pobres, enfermos, marginados, a los que no contaban en el mundo de los poderosos, de los que tenían atada la salvación a los privilegios de su tiempo.

Hoy vemos que la Iglesia particular que peregrina en esta Diócesis, da signos y testimonios de vida en el Resucitado. Las misiones populares, y que deseamos sean permanentes, en nuestros asentamientos, barrios, plazas, estaciones, peatonales, torres de edificios… nos auguran una Iglesia misionera, que no teme, con respeto y humildad anunciar la Buena Noticia: Es verdad Jesucristo el crucificado, ha resucitado y vive.

El pueblo fiel de Dios que masivamente se acercó a contemplar, con piedad y respeto los misterios de la “Semana Santa”, es el mismo pueblo que pide el bautismo para sus hijos, confiesa sus culpas, se arremanga para servir, y muestra su generosidad cuando en nuestras instituciones de caridad, la falta de recursos  y desamparo nos rodean. Es este pueblo fiel de Dios que amasando su Fe desde hace muchos años, persevera en la Fe, y confirma en la Fe a sus hermanos.

Nos puede hacer bien lo que el primado de la Argentina compartía en la fiesta del 11 de febrero de 2007 en nuestra Diócesis.

Decía el Papa en el 50º Aniversario de la creación de la Diócesis de Lomas de Zamora[1]:

Miremos al santo pueblo fiel de Dios.
Miremos esta Iglesia Diocesana en tantos hombres, mujeres, jóvenes, chicos que pusieron su confianza en el Señor.

¡Esta es nuestra fuerza la confianza en el Señor…!

¡… Y los demás que se creen poderosos, aquellos que se creen que tienen la precisa de la cultura, la precisa de la intelectualidad, la precisa del poder, la precisa de la riqueza, la precisa de todo, van a pasar, como pasaron todos en la historia de la humanidad! Y el humilde, el sencillo, la fe del pueblo fiel de Dios, que pone su confianza en el Señor, esa permanece.

A esa fe apelamos como Iglesia hoy, después de cincuenta años: ¡Gracias por habernos enseñado a confiar!

Nuestra riqueza y nuestra seguridad no está en los pactos que hagamos con el poder. Nuestra riqueza está en el pueblo fiel, sencillo y humilde que sólo pone su confianza en el Señor .Esa es la riqueza de la Iglesia.

¡Gracias Señor porque este es un pueblo que vos lo constituiste en Iglesia para que confiara en vos!.

Pero confiemos en Él, no confiemos en ningún atajo. Él es el camino. Los atajos son tramposos, Confiemos en el Señor, el es nuestra fuerza.

Pidamos a la Reina de la Paz, a nuestra patrona, para que ponga la paz entre los argentinos. ¿Para qué nos vamos a pelear? Si todos somos hijos del mismo Padre y de la misma Madre ¿No es más lindo caminar juntos…?

Hemos confiado en el Señor para proclamar que deseamos caminar Juntos hacia una Iglesia diocesana: abierta, solidaria y misionera. Con una opción de misión especial hacia los adolescentes y jóvenes que no están en nuestras comunidades.

La alegría y el gozo que trae y comparte Jesús Resucitado no es para nosotros solos, es para repartir a un mundo que vive urgido por lo inmediato, por lo material, por el prestigio, o por la indiferencia… no es un mundo hostil, es un mundo en cambio, en el que vivimos cada día, con esperanza, donde tenemos que dar testimonio de la fe.

La Fe como acto por el cual la salvación que nos trajo Jesús alcanza a los individuos y comunidades transformándolos, y a toda la creación junto con nosotros -como dice el apóstol [2]- en una nueva creación.

Una fe que moviliza, una fe que contagia, una fe que por el Amor de Jesucristo enviado del Padre, Resucitado y Glorificado y con la fortaleza del Espíritu Santo, es capaz de abrirse en su dimensión social a todos: porque queremos vivir y compartir la “dimensión social de la Fe”. Una dimensión que no es exclusiva ni excluyente, hacia todos los que compartimos un mismo mundo humano desde la convivencia pacífica, servicial y esperanzada que nos permite el encuentro, el dialogo, la cercanía, una misión esencialmente “vincular”.

Que María Madre del Resucitado y Reina de la Paz nos proteja para que sigamos siendo un pueblo que confía en Dios, que peregrina misionando, que lucha sirviendo y contagia la Alegría y el Gozo de la Pascua.

¡Muy Felices Pascuas de Resurrección para todos!

 

Mons. Jorge R. Lugones S. J.
Obispo de la diócesis de Lomas de Zamora

[1] Desgrabación de la homilía del entonces Cardenal Bergoglio, no fue corregida por el  Sr Cardenal

[2] Rm 8,19-23 con nota  de la “Biblia de nuestro pueblo” (A: Schokel)

 


 

Mensaje de Pascua (2012)

Las mujeres compraron perfumes
para embalsamar el cuerpo muerto del Señor” (Mc. 16, 1-8)

 

El perfume significa la santidad, el “buen olor de Cristo, el perfume es el de la enamorada del “Cantar de los cantares”: “mientras el rey está en el lugar de reposo, mi nardo despide su perfume”. Dice uno de los Padres de la Iglesia que el nardo que estaba en la esposa no dio su perfume hasta que tocó el cuerpo del esposo.

Esta fragancia del Espíritu no siempre se percibe enseguida, como las mujeres[1], que llevan el frasco sellado, para purificar el olor a muerte del sepulcro; se encuentran con la sorpresa, el ungido ya no necesitará del nardo perfumado.

Es posible que en nuestro compromiso cristiano deseemos ser el buen olor de Cristo, pero el peso que produce nuestro mundo civilizado nos abruma, nos hace ver sólo los signos de muerte, que son tantos en nuestra sociedad: muerte de ancianos que quieren vivir, muerte de niños que quieren nacer, muerte de jóvenes que esperaban tanto de la vida, muerte en vida de las esclavitudes de nuestro tiempo: trata de personas, desaparición de mujeres, trafico de drogas e insistencia en despenalizar, sin crear nuevos centros de internación y prevención con inversión, agresión a la tierra y el derecho a ella de familias y comunidades, desprotección de los recursos naturales, desigualdad extrema de posibilidades….

Levantando lo ojos vieron que la piedra estaba corrida y era muy grande

El camino de la Fe puede más que las buenas intenciones, es capaz de correr la pesada piedra; el camino de la Fe nos compromete a vivir “la dimensión social de la fe”: la fe como una adhesión personal del hombre a Dios es, al mismo tiempo e inseparablemente, el asentimiento libre a toda voluntad que Dios ha revelado. Al referirnos “a lo social”, hacemos alusión a la búsqueda del bien común, o sea, el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros, el logro más pleno y más fácil de la propia perfección.

Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido de blanco y se asustaron.

Al sepulcro se entra descalzos y despojados, lo contrario sería la figura del “cruzado” que arremete a caballo, arrasa y “conquista el sepulcro”. ¿Somos una Iglesia abierta o abroquelada en estructuras caducas como un antiguo sepulcro?

Nos puede asustar el desafío, como a las mujeres ésta presencia del joven vestido de blanco; él es figura del hombre nuevo, del hombre con esperanza, revestido con la vida y la realeza del heredero de las promesas, porque está “sentado al lado derecho”. Es el corazón de la vida que se abre y dialoga, socializa con las mujeres que entraron al sepulcro.

Reconocemos que muchos cristianos viven la fe sólo desde una dimensión individual y no siempre es asumida la “dimensión social de la fe”. Esta tentación del ejercicio de una fe hecha a mi “conveniencia”, aún en el lícito deseo de santidad personal, no asume que la fe implica siempre los dos mandamientos: el amor a Dios y la apertura a los hermanos. Esta tentación podría ser: “doy cosas a los demás, o la limosna a un pobre, y no asumo la corresponsabilidad de implicarme en la difícil y costosa tarea de superar situaciones de inequidad e injusticia social.

No se asusten, buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado ha resucitado, no está aquí.

Este miedo, este susto se repite hasta cinco veces en este pasaje, no pueden entender que de la oscuridad de la muerte pueda surgir el sol del resucitado-crucificado.

Nos puede parecer imposible que Dios mismo salga al encuentro de la mujer y del hombre de nuestro tiempo y nos proponga este anuncio de vida, de esperanza en medio de tanta desesperanza, de consuelo y alegría en medio de tanto desencanto y agobio.

Del anuncio del nazareno crucificado y resucitado nace el llamamiento dirigido a los discípulos y discípulas al anuncio del Reino.

Vayan a decir a sus discípulos y a Pedro que El irá delante de ustedes a Galilea, allí lo verán, como les dijo.

El Evangelio nos dice que Jesús convoca en Galilea a los discípulos.

Galilea es el lugar donde Jesús ha vivido, se ha criado, ha orado, ha caminado sus calles y lugares, donde el discípulo hoy lo encuentra; pero es también la “galilea de los gentiles”, de los que no están en el rebaño, de los que no pertenecían a las “Ovejas del pueblo de Israel”.

“Galilea de los gentiles”, es decir, los que no se preguntan hoy sobre la fe, los que viven prescindiendo del valor de la fe. El economicismo reinante lo cuantifica todo, el pensamiento se convierte en cálculo de razón, no tiene el concepto de la gratuidad (la gracia), por tanto, será cuestionado todo lo que no es razonable, tangible y comprobable al pensamiento.

A este “ambiente” hoy se nos envía: “vayan y hagan discípulos míos a todas las gentes”; no se nos dice que tenemos un rebaño acotado, se nos pide la misionalidad de salir a la “Galilea de los gentiles”, que en el tiempo de Jesús era llamada así pues se la consideraba pagana, no creyente, en oposición cultual al pueblo elegido de Israel.

Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto y a nadie le dijeron nada, porque tenían miedo.

Qué difícil es la Evangelización de la cultura, cuando se ha oscurecido el: Locus fidei, el lugar de la fe, donde somos llamados nosotros a ser en estos nuevos areópagos[2], los anunciadores del: Evangelium fidei, los que anunciamos la fe, los que la proclamamos y la vivimos en medio de este multiculturalidad[3], y donde necesitamos abrirnos a la interculturalidad[4].

Nos puede suceder que este temor y espanto tan humanos como narra el evangelista, nos cierre los oídos, para no escuchar, intenten enmudecernos para no anunciar. Pero el Espíritu del Resucitado puede hacer nuevas todas las cosas.

Al desearles una: ¡Feliz Pascua de Resurrección!, quiero que tengamos presente nuestro lema diocesano[5] y la tarea que venimos haciendo juntos en la pastoral diocesana planificada[6].

Que Jesús Resucitado por intercesión de la Virgen Maria, Madre y Reina de la Paz, nos haga escuchar como resucitados, el resuello de los adolescentes y jóvenes que no conocen a Jesús, que andan abatidos, que se desangran por no tener una identidad,  y nos sintamos comprometidos con la misión. Que abra nuestros ojos para ver sus aflicciones y pesares, y que este desafío desmesurado no desanime nuestra inquieta entrega creativa, constante y confiada.-

Mons. Jorge Lugones
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

[1] GS 26

[2] Lugar  público de reunión donde disputaban distintas escuelas filosóficas de la Atenas antigua.

[3] Variadas culturas, nuevos metalenguajes (sms)  nuevas formas de manifestación de pueblos, grupos, tribus urbanas etc

[4] Capacidad de una cultura o de sus miembros de aceptar lo bueno que ven en otros y aportarles a su vez lo propio. Requiere cercanía, escucha, dialogo, encuentro, apertura, respeto por lo diverso….

[5] Juntos hacia una Iglesia, abierta, solidaria y msionera

[6]El equipo diocesana de animación pastoral se formó a partir de la opción hecha por el obispo y sacerdotes en el EPC de 2010. El Obispo confirma la elaboración y realización de la encuesta con fecha probable el 2do. domingo de septiembre. Se sugiere extender esta Encuesta a los Directivos y RL de Colegios, docentes y no docentes y alumnos de 4º a 6º año. Para la elaboración de una segunda encuesta dirigida ‘ad extra’, se contaría con la orientación de profesionales de la UCA

 


 

Mensaje de Pascua (2011)

 Jesucristo resucitado nos ayuda a recuperar la `memoria de vida´” (Mt. 28,1-10)

 

Al amanecer, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro…

El domingo, temprano, cuando comienzan las cosas a tomar color y forma, estas peregrinas del amor no se resignan a la memoria de muerte, intuyen que con el amanecer pueden recuperar la memoria de vida, con el signo trascendente de los perfumes, quieren honrar la vida, aunque sea en el sepulcro.

Cuantas mujeres hoy honran la vida ante situaciones de muerte, que se tornan de un color gris opaco cotidiano, que oscurecen todo horizonte de esperanza, pero no abandonan la subida al calvario, ante sus hijas madres adolescentes, ante la inmadurez de sus hijos que tienen edad para procrear pero no para hacerse cargo, ante la violencia y la inseguridad que las obliga a resignarse a perder en la plenitud de la vida a sus hijos, retienen con ellas la memoria de vida. 

De pronto se produjo un gran terremoto porque el ángel del Señor bajó del cielo…

Se produce un terremoto, la tierra se sacude, a veces para dejar ante nuestros ojos el rostro de la muerte, como en Chile y Japón, en este caso para anunciar la vida. Aquí la tierra tiembla como la mujer que va a dar a luz, y devuelve a la vida al Hijo primogénito de una multitud de hermanos; y en lugar de una piedra que sella la sombra de muerte, aparece el resplandor fulgurante de un ser celestial que invita a recrear la memoria de vida, a entrar a la tumba vacía diciendo: Sé que buscan a Jesús, el crucificado no está aquí: ha resucitado como lo había dicho.

Alentamos en nuestra diócesis a todos los que honran la vida, de un modo especial a todos los que trabajan y acompañan a los enfermos, a las madres embarazadas, a nuestros chicos con capacidades diferentes, a nuestros ancianos ¡humanizando un poco más la medicina! y llevando una caricia y una palabra que se hace resplandor de alivio y memoria de vida digna, ante el desamparo, la soledad y el dolor.

Ellas corrieron a toda prisa, con temor y gran alegría a llevar la noticia…

Se alejan del sepulcro, memoria de muerte, obedeciendo a la Palabra de Dios, memoria de vida. En lugar de miedo llevan temor,  el miedo nos asemeja a la rigidez de la muerte, el temor de Dios - principio de sabiduría- comunica alegría y nos ayuda a darle a Dios lo que es de Dios.

Esta memoria de vida que trae el resucitado nos anima en nuestro deseo de una “Misión permanente con la Palabra de Dios en la diócesis”. Desde la breve pero fecunda experiencia que hemos tenido este año en las vicarías, desde el aporte de misioneros de varias parroquias, hasta la acogida cordial y la hospitalidad que nos mostraron las familias misionadas.

De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo:` Alégrense´, ellas lo tomaron de los pies y lo adoraron… Jesús las envía: ` No tengan miedo, vayan a anunciar a mis hermanos….´

Las envía a los otros. Y las mujeres que habían aguantado al pie de la cruz, no se resisten a perder del todo al Maestro, las discípulas atraídas por el amor, constatan que el Señor ha resucitado, entonces la memoria de muerte se convierte en “memoria de vida”, de discípulas se convierten ahora en misioneras, con una tarea concreta y un anuncio de esperanza: el amor ha vencido.

Qué importante es para nosotros el desafío de la prioridad diocesana: en comprometernos, salir al encuentro y acompañar a nuestros adolescentes y jóvenes, de un modo particular, a aquellos que no están en nuestras comunidades. Muchos de ellos no valoran la vida, se les ha hecho demasiada pesada la vida, pareciera que ya han andado largamente por la vida, a pesar de su corta edad, encerrados en una memoria de muerte. Nos desafía como creyentes, como testigos del resucitado, que deseamos anunciarlo a los hermanos, desde esta dura realidad en nuestra, cada vez más, poblada diócesis. Debemos reconocer que puede habernos  inquietado de corazón, pero que nos ha faltado creatividad  y arrojo apostólico ante este desafío. Que podamos hacerlo “memoria de vida”.

El año pasado para el Día Internacional de Lucha contra la Drogodependencia, les decía en mi mensaje que: Estos hermanos nuestros, chicas y muchachos, que están en riesgo o que ya se drogan, muchos de los cuales no vienen a nuestras Parroquias ni a nuestros Colegios, son parte del cuadro de rostros sufrientes que hoy muestra nuestra sociedad. Como Iglesia, no podemos permanecer indiferentes ante estos rostros que  son también “verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús”[1].  Tampoco podemos pasar de largo ante los familiares y amigos de los adictos “que se enfrentan día a día, con impotencia, a un enemigo de enorme capacidad de mal”[2].

Dios es capaz de hacer rodar la pesada piedra  de la desesperanza, del miedo, de la falta de entrega, de nuestra tibieza, para devolvernos la “memoria de vida” y enviarnos como al ángel (mensajero) a anunciar esta buena noticia: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes…

¡Muy Felices Pascua de Resurrección para todos!

Mons. Jorge Lugones  S.J.
Obispo de Lomas de Zamora

[1] Aparecida  Nº 417.. CEA 2007

[2] La droga, sinónimo de muerte .CEA. 8 de noviembre de 2007.

 


 

Mensaje de Pascua (2010)

“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado.
Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea”
Lc. 24, 1-12

 

Querida comunidad diocesana:

  1. Hemos andado el duro camino de cuaresma, hemos subido juntos al calvario, y juntos queremos celebrar la alegría de la Pascua.

   En un mundo que parece rodearnos de tinieblas con su cultura de la muerte, el Señor de la vida nos llama a ser: “celebrantes de la vida”.

   Dios, es el Dios de la Vida no de la Muerte: Dios está en el centro y en lo profundo de la vida, y no en las perdidas orillas de la superficialidad pesimista.

   Las mujeres del evangelio van temprano para hacerse cargo del muerto, deben cumplir con la piedad de ungir el cadáver. Como en nuestra sociedad actual, cuántas mujeres tienen que sobrellevar el peso de hacerse cargo de tanto muerto en vida: hijos adictos, nietos abatidos por la desesperanza y sin rumbo, esposos violentos, padres ausentes, sobrinos que desprecian la vida… y siguen subiendo la cuesta aunque sea para acompañar, para contener, para ungir lo que quede, aunque sean despojos humanos. Las mujeres con el ungüento de la ternura en sus manos suben al sepulcro otra vez…

  1. El encuentro con los dos seres de blanco, misteriosos como la muerte, las llena de temor y ni siquiera pueden levantar la vista del suelo. Es que la falta de aprecio por la vida ha llegado también a paralizarnos a nosotros, cuántos seguimos mirando el suelo, cuántos son los que nivelan para abajo, aún justificados y atrincherados en un “consenso de conveniencias”, cuántos están en la tiniebla de lo inmediato, ausentes de fe, entonces, aparece la gran ausencia de la vida: de la vida con el Otro, el Resucitado.

   El hecho de que sean dos los seres misteriosos de Lucas, indica la exigencia bíblica de que sean dos los testigos para garantizar la validez del hecho[1]. Pero nos está hablando también de nuestras relaciones interpersonales: familiar y comunitaria, de nuestra pertenencia testimonial a la Iglesia.

   La visión de los dos hombres con vestiduras deslumbrantes lejos está de brindar paz a las mujeres y despertar en ellas el recuerdo iluminador… ancladas en el olvido[2]. Luego las mujeres recordarán. ¡Acuérdense de lo que les dijo!, y Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y las demás mujeres que las acompañaban, recordaron las palabras de Jesús. Este recurso a la buena memoria, de los momentos vividos con el Señor, del gozo de su presencia, del calor de su cercanía y de su palabra, despiertan el gozo: ellas recordaron. A nosotros nos hace bien recordar los buenos momentos, son motivos de esperanza, recordar el paso misericordioso del Señor por nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra historia…

  1. Desde la buena memoria es posible el gran anuncio: la proclamación de la Buena Noticia pascual, ésta despierta la memoria, adormecida por el luto y el llanto: “Recuerden lo que Él les decía cuando estaba aún en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día. Y las mujeres recordaron sus palabras”. El recuerdo del Señor y de sus palabras, las lanza al camino de regreso, con el corazón en la boca, anuncian a los once la buena noticia. Pero los once tampoco esperaban la resurrección y no quieren aceptar sus palabras.

   San Lucas parece que quisiera dejar constancia de esta actitud de los apóstoles ante el primer anuncio pascual: no lo toman en serio, cuando el corazón se ahoga en la propia tristeza, en la nostalgia de lo que quisimos y no pudo ser, en la apatía de haberme centrado sólo en mi proyecto, cuando los acontecimientos sólo cuentan de acuerdo a mis deseos, cuando lo demás no interesa, cuando el bien común es un sueño de unos pocos, cuando hablamos de comunidad y no respetamos los espacios y tiempos comunitarios, cuando la familia va olvidando el respeto por la convivencia amasada pacientemente día a día, cuando en el fondo despreciamos la vida, la vida con los otros, pareciera que no nos sacude ni la Pascua, que estamos lejos de la verdadera fe cristiana.

  1. Sin embargo, uno, Pedro, se siente tocado por el Espíritu, y se pone en camino: Pedro sin embargo se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse no vio más que las sábanas. Dos actitudes que nos invitan a vivir resucitados: se levantó, es el mismo verbo que se usa para denominar la resurrección: levantarse de entre los muertos. Es decir, Pedro -a quien Jesús confió el sacramento del perdón, como hoy a nuestros sacerdotes- se deja sorprender por el mensaje, el anuncio nos invita a dejarnos sorprender por la misericordia del Señor Resucitado, por su Palabra salvadora.

   Ante la tentación fatalista de los que ya no esperan, los que viven la vida solo como una carga, o de los que simplemente duran porque “les va bien”, la Palabra de Dios propone la fe comprometida con el triunfo de la vida y la participación en la resurrección, que es vida en el Señor y con el prójimo.

   Y corrió, es la actitud de la esperanza confiada, del que escuchó el anuncio, se dejó sorprender por él, y ahora se compromete, este correr implica la esperanza audaz del encuentro con el resucitado.

  1. Qué importante es para nosotros el desafío de la prioridad diocesana: en comprometernos, salir al encuentro y acompañar a nuestros adolescentes y jóvenes. La tarea de acompañar es costosa, pues requiere tiempo, respeto, cercanía, escucha constancia,… y dentro de las diferentes formas de acompañamiento, nos interesa destacar: el acompañamiento personalizado. Esta ha sido la primera evangelización en la iglesia: persona a persona. En este jubileo sacerdotal, que hermosa tarea para nosotros los que participamos del sacramento del orden.

   El anuncio pascual al mismo tiempo que nos llena de alegría, si verdaderamente comprendemos lo que significa que la muerte haya perdido su poder, nos debe “poner de pie” nuevamente y animarnos una y otra vez, con confianza, a asumir una actitud positiva y corresponsable ante la vida.

   Entonces (Pedro) volvió lleno de admiración por lo que había sucedido.

   Más adelante, el evangelio de Lucas nos aclarará que para llegar a tener fe en el resucitado es necesario un encuentro con Él.

   Pedro se llenó de admiración, por lo sucedido, ahora se detiene a reflexionar, la admiración nos ayuda a hacer una alto en la vida, admiración ante la creación, ante la conversión, ante la prueba, ante la gracia inmerecida, ante el perdón de Dios. Siempre nos llevará a ese momento posterior de reflexión para que el camino de la fe se consolide. Pedro no ha visto al resucitado, pero ya tiene una experiencia viva de su encuentro con Él.

   Nosotros, madres y padres de familia, catequistas, misioneros, agentes de pastoral, nos detenemos ante el misterio pascual de la muerte y Resurrección del Señor, para reflexionar y llegar a la experiencia viva del Encuentro con Él, para encargarnos de este gozo, del anuncio, con constancia.

   Pidamos al Señor de la Vida, que su Reino llegue a nosotros, y que nosotros lo podamos compartir con los cercanos y los más alejados, desde esta alegría que nos trae Jesús Resucitado.

¡Muy felices Pascuas de Resurrección!

+Mons. Jorge Rubén Lugones s.j.
Obispo de Lomas de Zamora

[1] Rivas, Luis Heriberto. Jesús habla a su pueblo: Ciclo “C”. CEA. Buenos Aires, 2000.

[2] Gergolet, José Luis. Una Buena Noticia. Una gran Alegría. Comentarios a los Evangelios del domingo, ciclo “C”. San Benito. Buenos Aires, 2003.

 


 

Mensaje de Pascua (2009)

“No teman ustedes buscan a Jesús de Nazaret,
el crucificado. Ha resucitado…” (Mc. 16,6)

 

Muy querida comunidad diocesana:

            Las palabras del “anuncio” por parte del joven en el evangelio de San Marcos (16,5) nos llenan de gozo en el Señor, pero también pueden producirnos cierto “temor asombroso” (Mc. 16,8) como les pasó a María Magdalena, a María la madre de Santiago y a Salomé, las cuales llevaban el perfume para ungir al cuerpo muerto de Jesús en ese primer día de la semana.

            Temor: ante la misión desconcertante de esta prioridad diocesana: salir al encuentro de los adolescentes y jóvenes. Porque hacerse cargo del mensaje de Pascua implica el riesgo de no encontrar todo como pensábamos. Así les pasó a las mujeres del evangelio, iban pensando preocupadas en quién les correría la pesada piedra del sepulcro, y Dios que siempre nos sorprende, les abría el camino de la luz; y además les daba un trabajo: la misión de ponerse en camino para llevar su Palabra a los hermanos. Nuestras comunidades hoy quieren llegar hasta los adolescentes y jóvenes que no vienen a la parroquia.

            “Vayan a decir esto a los discípulos”. La Palabra de Dios es así, nos conmueve, nos asombra, nos sorprende, y nos hace poner en camino, es decir: gusten la Palabra, déjense sorprender por la Palabra, sean constantes en recibirla y vayan, den a conocer la Buena  Noticia a todos, porque es alimento de Dios para tantos hermanos que están cerca y que están lejos.

            “Ustedes buscan a Jesús… ha resucitado, no está aquí” porque donde “dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos …”(Mt. 18,20). Jesús quiere resucitar en cada corazón, darnos vida con su Palabra de Vida, y quiere dársenos, compartir el gozo de la Resurrección y que este gozo no sea sólo para nosotros, sino para todos.

            ¡ NO TEMAN! Cuántas veces en las Escrituras hemos escuchado éste: ¡no temas!. No temas Abraham: serás padre de la fe; no temas Moisés: serás el conductor de mi pueblo; ¡no teman! como un grito imperativo a muchos de los profetas; no temas María porque Dios te ha favorecido” (Lc. 1, 30) “José no temas recibir a María…” (Mt. 1, 20).

            ¡No temas comunidad diocesana! ¡No temas! al sufrimiento presente, a la prueba, al desencanto, a la cruz, no te bajes antes, pues el gozo de la Resurrección está entre nosotros!

            ¡No temas! Tampoco al peso de la carga del más débil, a esa cruz solidaria en casa y en la familia, en el barrio y en la escuela, en el trabajo y ante el dolor del desempleo…

¡No temas! Preguntándote quien nos correrá esta piedra tremendamente superior a nuestras fuerzas: frente a tanta miseria humana, despojo humano, dolor humano, violencia inhumana y ante la oscura soledad que padecen tantos adolescentes y jovenes: “levantando los ojos ven que la piedra estaba corrida, era una piedra muy grande”. Reconocemos que sólo el Señor Resucitado es nuestra esperanza.

¡No temas, joven!, porque un joven - memoria esperanzadora de la comunidad -  en este Evangelio (Mc. 16,5) es quien les recuerda las palabras que Jesús ha dicho: Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se los había dicho”(Mc. 16,7).

Recordar la Buena Noticia del Evangelio, gustarla y compartirla es ya el camino de Resurrección, por eso ¡No temas! Ante la oscuridad de la desesperanza, la angustia, la tristeza y el dolor de la marginación. Frente a la tentación de todos los “ismos” de turno: exitismo, sensualismo, materialismo, permisivismo, indiferentismo, consumismo, etc.

El joven posmoderno parece haber perdido el fundamento, no querer ver más allá de…, por haber perdido el sentido de trascendencia: esto implica nuestra relación de creaturas hacia Dios; por haber disuelto el sentido de historia, se vive sólo el hoy, entra en crisis el sentido de pertenencia, se cambia el “precio” por “el valor”, y se debilita el sentido de la esperanza.

 Al joven de hoy le encanta lo masivo y lo frenético, en lo cual no es protagonista sino simple espectador. Y sin embargo el Señor les sigue diciendo: “¡No temas!” .

Únicamente el evangelio de San Marcos,  menciona en el relato de la Pasión del Señor, al joven que lo seguía envuelto sólo en una sábana cuando los demás abandonando a Jesús huyeron (Mc. 14,50-51). El evangelista, lo pone en escena nuevamente en el relato de la resurrección. Aquel huye desnudo a la oscuridad de la noche, despojado de todo lo que constituía su “aparente riqueza”, su apego a lo mundano, y ahora aparece vestido de blanco, de luz, ha vencido con Jesús a las tinieblas en la mañana de Pascua, y se ha revestido de la verdadera vida para anunciar  la Buena Noticia a los hermanos.

¡Cristo ha Resucitado! ¡El Misterio Pascual es nuestra fiesta! La Resurrección de Cristo fue también fiesta de todo el universo: de la tierra donde acampó, de los abismos porque “descendió a los infiernos”, del cielo donde con sus llagas - recuerdo del amor a los hombres-  está “sentado a la derecha del Padre”, no pasivamente sino metiéndose nuevamente entre los hombres como “ Dios con nosotros”  Resucitado y Resucitador.

Que María Santísima, Nuestra Señora de la Paz, interceda ante Jesús para que nos quite del rostro el sudario de la desesperanza, nos revista con la luz de la reconciliación y deje desatadas para siempre en un rincón, las vendas de nuestro egoísmo.

Les deseo a todas las comunidades y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad de nuestra diócesis: ¡muy felices pascuas de resurrección!

Mons. Jorge Lugones S.J.